UN PROBLEMA COTIDIANO
En la vida cotidiana nos enfrentamos frecuentemente con circunstancias que nos obligan a hacer un alto en el camino. No se trata de situaciones que exijan conocimientos predeterminados, pericia o habilidad. Se trata de acontecimientos hacia los que sentimos que solamente una reflexión detenida y juiciosa nos permitirá salir adelante.
Estos eventos de la vida cotidiana tienen sus rasgos distintivos. Normalmente implican decisiones con respecto a nuestras acciones, a nuestra relación con terceras personas y, sobre todo, al cálculo de las consecuencias que se desprendan de nuestras decisiones, de nuestras acciones.
También sucede que la aparición de estos eventos parece desencadenar toda una serie de circunstancias nuevas de tal magnitud y secuelas para la vida, que nos hacen asumir actitudes hacia el futuro cada vez más responsables y concientes. En pocas palabras, estamos hablando de situaciones que pueden implicar problemas éticos.
UNA NOCIÓN
Pero ¿Qué es en concreto la ética?
La ética se encarga de juzgar y tratar de determinar cuál es el comportamiento más correcto o adecuado que debemos tener los hombres para vivir de la mejor manera posible y para aspirar al mejor futuro como individuos y como especie.
La ética es un discurso racional que nos debe dar las herramientas para conducir del mejor modo nuestra vida. Es una reflexión que debemos abordar y llevar a cabo para cumplir nuestras más altas aspiraciones como humanos.
Para ilustrar esta cuestión, vamos a remontarnos a un acontecimiento histórico que se encuentra en el origen mismo de la reflexión ética. Este acontecimiento esta relacionado con la vida, o en forma más precisa, con los acontecimientos que condujeron a la muerte de un hombre: Sócrates de Atenas.
El principal objetivo de la vida de Sócrates fue el de llevar una vida virtuosa, pese a que esto iba en contra de sus contemporáneos, para quienes lo fundamental, como ha sucedido antes y sucede hoy, es el apego a las cosas materiales, a la riqueza.
Sócrates se opuso a este estado de cosas. De hecho, se empeño durante su vida por encontrar la condición propia del hombre; se empeño por determinar la forma de nuestra naturaleza para, de ese modo, determinar la mejor manera de ser lo que somos. Sócrates emprendió la búsqueda del verdadero hombre, del hombre ideal.
Esta búsqueda afanosa lo llevo a no ser agradable a los ojos de sus contemporáneos y, en definitiva, lo llevo a la muerte. Pero incluso, en ese desenlace fatal, Sócrates se mantuvo firme en su creencia, en la convicción de su reflexión. Y dio con su vida un gran ejemplo de responsabilidad, sabiduría y virtud.
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